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El color de los poetas

«En los periódicos se reían de mis pelos largos y de mi cachimba y me llamaban modernista». Emilio Carrère en una entrevista con «El Caballero Audaz».

 

La corriente modernista supuso en España un verdadero cambio del sistema literario. La sociedad europea del fin-de-siècle estaba inmersa en una crisis ideológica, lo que se traduce en un intento de sincronizar la literatura española con las letras europeas, con el deseo de «ser moderno, de estar a la última». Así, nuestros escritores modernistas comienzan a plasmar estéticamente en sus obras el germen y las problemáticas de esta nueva modernidad, dando paso a nuevas estrategias y juegos del lenguaje para expresar de manera fidedigna su intención lírica.

 

Uno de los postulados de la nueva poética modernista es la importancia de la imagen y de la experimentación verbal. Esta nueva importancia de la imagen, de lo visual, se demuestra en las abundantes colaboraciones que se dan dentro del modernismo entre escritores y pintores —como es el caso, por ejemplo, de las ilustraciones que Enrique Ochoa hizo para El crimen del sátiro, así como para otros tantos escritores de la época—. También es necesario destacar la importancia que los modernistas dan a la música, entendida como una «manifestación intuitiva, directa e inefable del fondo del alma», tal y como proponía Verlaine. Así, la unión de la música y la palabra se convierte en uno de los ideales poéticos modernistas. Esta fusión tiene una manifestación tangible en los poemas de la época: las sinestesias.

 

La utilización de sinestesias busca producir sensaciones asociadas a un sentido a través de estímulos dirigidos a otro; por ejemplo, en un poema, la sugestión de joyas, esmaltes, y piedras preciosas quiere crear la impresión de un lenguaje brillante y luminoso. Era muy habitual en la poesía francesa mezclar aromas, colores y sabores, mientras que los poetas españoles prefirieron experimentar con la propia poesía, la música y el color. Pero el color tiene también un fuerte contenido simbólico en sí mismo, fuera de las sinestesias. Por ejemplo, Juan Ramón Jiménez ligaba los colores a sentimientos o imágenes visuales, hasta el punto de que parecía utilizarlas palabras en sus poemas como un pintor utilizaría los colores en un cuadro. Este es un fragmento de su poema «Mar de pintor», incluido en Diario:

 

Cuatro de la madrugada: Mar azul Prusia.

Cielo verde de malaquita. Emociones.

Seis de la mañana: Mar morado. Cielo gris. Sports.

Nueve de la mañana. Lectura.

Una de la tarde: Mar ocre. Cielo blanco. Desamor.

Cuatro de la tarde: Mar de plata. Cielo rosa. Nostaljia.

Ocho de la tarde: Mar de hierro. Cielo gris. Pensamientos.

 

Rubén Darío fue otro de los modernistas asiduo de las sinestesias y las metáforas del color. En su poesía, es habitual encontrar «risas de plata», «rojos destinos» o «versos azules», que además unía con la música. En su conocido poema «El Cisne», Rubén Darío escribió:


¡Oh, Cisne! ¡Oh, sacro pájaro! Si antes la blanca Helena

del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,

siendo de la hermosura la princesa inmortal,

bajo tus blancas alas la nueva Poesía

concibe en una gloria de luz y de armonía

la Helena eterna y pura que encarna el ideal.

 

Además de mezclar el color con la musicalidad de los versos, Rubén Darío hace referencia a una ópera de Wagner —la música en sí—, mientras introduce otro de los motivos importantes del modernismo: el cisne, que para Wagner representó la muerte, mientras que para Rubén Darío representaba la vida, la belleza y el amor.

 

Es necesario destacar la gran importancia que un color en concreto tenía en la estética modernista: el azul. Ya había dicho Víctor Hugo que para él el arte era azul —l’art c’est l’azur—, pero es Rubén Darío el que lleva esta afirmación a su máxima expresión. Para él, es el color del ensueño, del arte, un color «helénico y homérico», el color del océano y del firmamento; es el azul el mayor símbolo de pureza, de belleza e inspiración. Como escribió el poeta Manuel Gutiérrez Nájera, «El azul no es solo un color; es un misterio…».

 

Joaquim Torres-García, Templo a las ninfas, c. 1901-1911. Óleo sobre lienzo © Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona, 2019

Bibliografía:

«El Caballero Audaz» (1922). Lo que sé por mí (Confesiones del siglo) Serie cuarta, pp. 75-86. Madrid: Mundo Latino.

Alarcón Sierra, R. (2002). Valores simbolistas en la literatura española del primer tercio del siglo XX. Anales de literatura española, 15(5), pp. 71-92. Universidad de Alicante.

Bernal Muñoz, J. L. (2002). El color en la literatura del Modernismo. Anales de literatura española, 15(5), pp. 171-191. Universidad de Alicante.

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