Si por algo se distingue el siglo xx es por ser un siglo lleno de violencia y crueldad. Maltratos, abusos y asesinatos ocurrían día sí y día también. Y las principales víctimas: las mujeres. De hecho, dada la frecuencia con la que ocurrían estos macabros crímenes, el primer cuarto de siglo constituyó lo que pasó a llamarse «la España negra». Muchos de estos crímenes, que afectaban sobre todo a niñas y jóvenes más bien pobres, quedaron en el olvido y, al tratarse de un tema tabú en la sociedad, solo unos pocos se atrevían a denunciarlo, entre ellos Emilio Carrère en El crimen del sátiro. Hay varios crímenes en su época que podrían haberle servido de inspiración. Aquí van dos de ellos:
En 1924, solo un año antes de la publicación original de la obra, ocurrió un hecho que inquietó a los vecinos de la localidad madrileña de Chamberí. Es el caso de «las tres niñas de Hilarión Eslava», que adopta el nombre de la calle en la que desaparecieron. María del Val, Angelita Cuevas y María Ortega, de entre siete y diez años, vivían en lo que por aquel entonces era un barrio pobre. Un día, salieron a comprar patatas y nunca más volvieron. En 1928, encontraron los restos de las niñas. Los oficiales determinaron la causa de la muerte por asfixia a causa del derrumbamiento de una cueva, pero no había cuevas en la zona. Nunca descubrieron al posible asesino, aunque varios testigos declararon ver a un hombre elegantemente vestido rondando por el barrio el día que ocurrieron los hechos.
Del mismo modo, en 1922 un hombre engañó y violó a una menor. La joven salió viva del encuentro y puso una denuncia. El caso llegó al Juzgado de Vitigudino en Salamanca, que lo puso en conocimiento de la Audiencia Provincial. Aunque el acusado fue llamado a juicio en 1923, la joven presentó un escrito retirando la denuncia y, por lo tanto, le absolvieron de los cargos. Nunca se pudo demostrar, pero se cree que el acusado presionó, amenazó o extorsionó a la joven para escapar inmune del crimen y disfrutar de una libertad alcanzada gracias a su poder socioeconómico.
Desgraciadamente, estos no fueron hechos aislados. Durante los años posteriores a la publicación de la novela, se empezó a popularizar en todo el mundo el apodo de sátiro entre los violadores más crueles. Así es como surge en Argentina el «Sátiro de San Isidro», también conocido como Francisco Antonio Laureana, en 1975. El criminal violó a quince mujeres y niñas, de las cuales solo dos pudieron escapar con vida. La más pequeña tenía tan solo cinco años.
España no era ninguna excepción: la policía detuvo a Miguel Ángel García Bardera en 1989, conocido como el «Sátiro de la Casa de Campo», que se dice que violó a casi veinticuatro mujeres en Madrid. El juez dictaminó que «no existen pruebas concluyentes» para poder inculparle por las violaciones, demostrando que los testimonios de las víctimas no fueron suficientes. Al final, un fiscal consiguió condenarlo por solo una de esas violaciones.
Como vemos, El Crimen del sátiro no recoge un único crimen, sino que es la manifestación de todos ellos. Además, en todos estos crímenes pueden verse ecos de algunos más recientes. Hay más sátiros de los que pensamos. Y muchos de ellos están protegidos por su situación política, económica y social, incluso en nuestros días. Pero eso lo dejaremos para la segunda parte.
Bibliografía
De la Cruz, L. (16 marzo 2018). El caso de las niñas desaparecidas: lo que la crónica negra nos cuenta de las clases sociales. El Diario. Disponible en enlace.
Duva, J. (23 diciembre 1989). Detenido el “sátiro de la Casa de Campo” poco después de intentar un nuevo ataque. El País. Disponible en enlace.
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Jara, F. (7 febrero 2016). Francisco Laureana, el sátiro que pasó casi desapercibido en la historia criminal. Revista Historia Para Todos. Disponible en enlace.
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